EL NARRADOR: SU ÚLTIMO RELATO

2012

                    Por Silvia Bernardini y Enrique Castejón, 

tomado  del Libro “El Narrador en su historia”, editado por

Comstat Rowland en homenaje al Dr. José Giacopini Zárrga. 

   1. Puerta franca. 

Pocas veces —muy pocas, en verdad— un periodista se encuentra con un personaje tan extraordinario para entrevistar.  Conversador locuaz, diligente ante la pregunta formulada y sólido en sus ideas.   Además, un caballero que no rechazaba una solicitud de entrevista, aunque se tratara de jóvenes recién graduados  o aún en estudio.  Así era José Giacopini Zárraga.

 

A pesar de su experiencia y de su significación histórica, tanto en la política como en la industria petrolera, no abandonó su vida sencilla; aunque permanecía atento al acontecer nacional desde su casa de siempre en La Pastora.  Por eso muchas personas, aún aquellas de generaciones mucho más jóvenes, lamentaron su partida.  Algunas de las expresiones más sentidas de varias de ellas son incluidas en la sección previa a la entrevista.

 

En este texto-homenaje, reproducimos la entrevista completa que le hiciéramos, el 16 de noviembre del año 2001, a propósito de la celebración de los 15 años de Comstat Rowland.  En ese entonces, estábamos preparando un libro sobre la importancia de la comunicación corporativa y quisimos tener su testimonio, porque entre las muchas cosas de trascendencia que realizó en su vida, estaba el de haber formado parte del grupo de fundadores de la Asociación Venezolana de Relaciones Públicas en 1956.  Sin embargo, su espíritu conversador y su privilegiada memoria llevaron el diálogo por extraordinarios pasajes de nuestra historia reciente.  Por eso, en su honor, queremos compartir esas ideas con todos quienes sientan interés por este singular personaje de nuestra vida pública.

 

Hemos mantenido la transcripción del diálogo lo más fiel posible, sólo editando lo necesario para que las ideas expresadas de viva voz tengan la coherencia debida en la versión impresa.  A él no le gustaba escribir, nos lo confesó en esta entrevista.  Prefería dejar que fuese su voz la que le diera cuerpo a sus ideas, a sus recuerdos.

 

El texto que está a punto de leer tiene las desviaciones temáticas propias de la exposición oral guiada por los torrentes del pensamientos.  En ocasiones, por las conexiones temporales, José Giacopini Zárraga entrelaza el objeto de la conversación con situaciones no relacionadas, pero que adquieren un inusitado interés en su apasionado relato.

 

Para Comstat Rowland, y para mí en especial, sería un orgullo que este texto inédito fuese no sólo del agrado de quienes lo lean, sino un aporte para el estudio de nuestro pasado reciente.

 

 

Silvia Bernardini

 

 2. La narración

 

En el corredor

de la vieja casa de La Pastora

 

Tras atravesar el breve zaguán de la vieja casa, nos encontramos, en pleno corredor, a José Giacopini Zárraga.  Con su habitual hospitalidad nos invitó a sentarnos en unos muebles de listones de madera que parecían de la misma época de la vivienda.  Allí, el tiempo parecía haberse detenido.  Desde donde conversaríamos podíamos observar el patio central y, al fondo, la biblioteca, otras habitaciones y la cocina, desde donde ya salía el aroma del café que amenizaría el inicio de nuestro diálogo.

Silvia Bernardini: Pensamos que nos podría ayudar a diferenciar una serie de conceptos relacionados con el Periodismo Institucional, porque en relación a él hay muchas otras actividades: las relaciones públicas, el periodismo, el mercadeo.   Todo forma parte de un mismo entorno.   A esto se suman las Agencias de Comunicación Corporativa que hacen que una actividad —como las relaciones públicas— que antes se ejecutaba exclusivamente desde las compañías (con personal propio), ahora también se cumpla externamente, pero como apoyo a esas mismas compañías.  Por eso quisiera saber cómo fueron los comienzos de esta actividad en Venezuela y qué aportes dieron para que luego se crearan las empresas de comunicación, como las nuestras, que existen en la actualidad.

Dr. Giacopini Zárraga: Bueno, ustedes saben que esa actividad que se llama Relaciones Públicas (y que puede que ese nombre no sea apropiado, pero como está consagrado ya por el uso, uno sabe a qué se refieren cuando se habla de ella, bajo esa denominación) es una cosa que fue surgiendo en la sociedad moderna, sobre todo cuando se produjeron las grandes empresas y surgieron los grandes propietarios en el mundo capitalista.

Hay una época de la historia en que el gran capital, y quienes lo conseguían y quienes lo manejaban, estaban bien vistos por el gobierno, bien vistos por la sociedad en general, pues se consideraba que eso era materia de progreso.  Pero a medida que fue evolucionando el mundo y, sobre todo cuando surgen los sistemas políticos occidentales basados en el sufragio universal, basados en la opinión pública, y cuando surgen también ciertas doctrinas, ciertas ideologías políticas que ya cuestionaban al gran capital, cuestionaban a la gran empresa, entonces la situación cambió porque los gobernantes ahora se debían a la opinión pública; era ella la que los eliminaba a la hora de la utilización del sufragio, era la que mantenía una mayoría de votos y, a veces, era penetrada por ese cuestionamiento de ciertas doctrinas políticas, ciertas filosofías.  Entonces ya los gobiernos no tuvieron decididamente el aporte del gran capital, de la gran empresa.

Esto va a dar lugar a que ese gran capital y esa gran empresa se den cuenta de que ante esa nueva situación tienen que crear algunos sistemas y algunos organismos de defensa; y la defensa no es sino posicionarse bien ante la opinión pública; o sea, lograr para el gran capital, lograr para la gran empresa, que la vean desempeñando en la sociedad el papel de un buen ciudadano.  Eso da comienzo a esa nueva disciplina que ya era materia de meditación a fines del siglo XIX.

Realmente comienzan en forma embrionaria a comienzos del siglo XX, y en el principio no es una cosa bien elaborada, sino simplemente que el gran capital y la gran empresa empiezan a hacer donaciones, a ayudar en una forma  o en otra —particularmente en forma económica— al entorno en que se desenvuelve.  Es la época en la cual se llama, entre los relacionistas públicos, la etapa inicial, la etapa paternalista.  Pero luego va a ir evolucionando y entonces vamos a una segunda etapa, en la cual la especialidad se comprende un poco mejor, e iríamos a una tercera en que se va creando un estado de conciencia en los grandes empresarios, en las grandes empresas, en los grandes capitalistas, que es lo que se llama la sensibilidad social de la empresa o del capitalista, cuando ya entonces empieza aquello a no considerarse como un mecanismo de defensa, sino como una obligación para con la sociedad dentro de la cual se desarrolla.

SB: Como en agradecimiento…

GZ: Sí, como en agradecimiento para con la sociedad que ha permitido que ellos prosperen, que tengan grandes capitales, grandes negocios.  Hay que devolverle algo, y eso es lo que se llama la “Conciencia Social de la Empresa”.  Eso es, hablando en líneas generales.

Como todas estas actividades destinadas a captar buena imagen, a captar la opinión pública, requieren un gran esfuerzo comunicacional, se favorece esta nueva disciplina por el progreso de las comunicaciones, tanto en material impreso, como en los audiovisuales (como el cine, como la televisión, etc.)

Después de la Segunda Guerra Mundial…

SB: Perdone que lo interrumpa.  En esa época, de todas formas, los estudios, la universidad, las escuelas de periodismo no aportaban…

GZ:   No, no había; no se contaba con ellos.

Como decía, la Segunda Guerra Mundial, cuando las potencias encontradas tuvieron que hacer uso masivo de los medios de comunicación y de las técnicas de comunicación a fin de ganar la adhesión por lo menos afectiva o mental, o la comprensión de los países involucrados en el enfrentamiento, dio lugar a que se afinasen mucho las técnicas comunicacionales.  La tecnología de los aparatos y de los medios disponibles mejoró mucho también.  Y cuando terminó la guerra, el mundo estaba muy bien provisto de una gran cantidad de comunicadores, que —como ya no había guerra— tuvieron que buscar nuevas oportunidades y encontraron un medio propicio en aquella necesidad que se estaba presentando para humanizar, dentro de la sociedad, a las personas corporativas.

Así, entonces, va ya tomando forma aquello como una nueva disciplina, como una técnica aplicada, que al principio no le daban cabida en las universidades; pero, poco a poco, individuos más avanzado que los otros fueron analizando y escribiendo libros sobre el particular.  De tal manera que yo llegué a conocer la época en que todavía había resistencia en las universidades a crear facultades relacionadas con esta disciplina.  Ese es el panorama general, pues, que yo les puedo dar.

Ahora, viniéndonos al caso de Venezuela, tenemos lo siguiente: esta actividad de relaciones públicas que se comienza a realizar aquí es importada; no nace propiamente en nuestro país, sino que se empieza a aplicar aquí a través de las dos grandes compañías petroleras concesionarias de la época: la Creole y la Shell, las cuales, en sus países de origen, veían el resultado que estaba dando la aplicación de estas nuevas disciplinas.  Eso sucedió, vamos a decir, en la década de los 40.

Del 45 al 50, nacen los primeros departamentos de relaciones públicas.  Es bueno aquí analizar un poco el papel de las compañías petroleras concesionarias en relación con el país, a las políticas nacionales y qué fue lo que las llevó a adoptar esas medidas.

En Venezuela, la industria petrolera empieza a desarrollarse bajo el gobierno del Presidente Gómez, del general Juan Vicente Gómez.  El petróleo, como ustedes saben, fue una novedad de la segunda mitad del siglo XIX, cuando, inclusive, todavía no se había inventado el motor de combustión interna.  Dentro del campo de los hidrocarburos, lo que tenía preeminencia era particularmente el asfalto, porque se usaba como medio de impermeabilización y como componente para los procesos de pavimentación.  Entonces, hacia fines del Siglo XIX ustedes observan que en el mundo el asfalto tiene una gran importancia, inclusive la industria de los hidrocarburos empieza en Venezuela con la explotación del asfalto.  Es el motor de combustión interna y los desarrollos posteriores, el motor diesel, el motor de turbina, lo que le van dando a los derivados líquidos del petróleo una gran importancia.

Dentro de la evolución de la política nacional fue necesario, de manera natural, adoptar estas tácticas de relaciones públicas de las cuales estamos hablando.  El gobierno —para hablar de la industria petrolera en Venezuela y su nacimiento— del general Cipriano Castro no creó un ambiente propicio para que se estableciesen aquí las grandes compañías petroleras que ya estaban buscando diversificar su fuentes de suministro; sobre todo los grupos europeos, como la British Petroleum, como la Royal Dutch.  Pero bajo el gobierno del Presidente Gómez, quien llega al poder, como ustedes saben, el año 1.908, la situación cambia al percibirse la nueva realidad.  No por él mismo, sino por lo que algunos historiadores llaman las luces del gomecismo, o sea los cuadros intelectuales que lo acompañaban.  Ellos se dieron cuenta de que Venezuela era un país rico en hidrocarburos —y que aquello era una riqueza que se estaba desarrollando—, pero que Venezuela carecía de los recursos humanos, tecnológicos, económicos, financieros y operativos, para convertir aquella riqueza en algo verdaderamente rentable, aprovechable.  Al mismo tiempo esos hombres se dan cuenta de que en nuestro sistema constitucional y legal existían mecanismos que permitían abrirse al mundo exterior, en esa campo, a través del régimen de concesiones.

Me van a permitir que les hable un poco del petróleo para volver después a las Relaciones Públicas…

 

 

Origen e historia del negocio petrolero

 Frente a la propiedad de las minas puede haber tres posibles sujetos de derecho: el Estado propietario de las minas —en el viejo tiempo de la Colonia española el monarca era propietario de las minas; en la República, es la Nación, representada por el Estado—, el cual, a la vez, las administra a través de los mecanismos correspondientes: el Ministerio del ramo y las empresas nacionales del área.  Estos tres sujetos del derecho, que se los voy a mencionar, generan a la vez los regímenes jurídicos, los regímenes legales correspondientes, donde el rey, o el Estado, la República, es el propietario de las minas que se rige por un sistema legal que se llama el Sistema Regalista, que es lo que tenemos  en Venezuela en cuanto a propiedad de las minas.

Existe otro sistema en el cual el propietario de un terreno lo es de los minerales que están en él, abajo o en la superficie, porque la propiedad no es del subsuelo, es de las minas, de los recursos minerales; pueden estar en el subsuelo o arriba; entonces eso es lo que se llama el Sistema de Accesión, derivado del derecho romano que es el que rige en Estados Unidos.  De tal manera que usted es dueña de un rancho ganadero en México, en Texas, y usted, si hay un yacimiento de petróleo o hay un depósito de cualquier otro mineral en su terreno, eso es suyo y usted lo puede explotar.  Para que no haya confusión, porque usted puede encontrar en los Estados Unidos algunos yacimientos de minerales que son propiedad del Gobierno Federal o de los Gobiernos de los Estados, de algún Estado, no es porque ellos se apartan del Sistema de Accesión, sino porque están situados esos yacimientos en tierras propiedad del Gobierno Federal o en tierras propiedad de un Estado.  Entonces tenemos el Sistema Regalista, el Sistema de Accesión y un tercer Sistema basado en el principio de Res Nulius, o cosa de nadie, en virtud del cual se hace propietario el descubridor de una mina desconocida o el ocupante de una mina abandonada.  Esos son los tres Sistemas.

En el caso de Venezuela, les estoy haciendo toda esta relación porque como vamos a hablar desde el nacimiento en las compañías petroleras de esta disciplina que vamos a tratar, es bueno que ustedes sepan cómo fue que comenzó la industria petrolera.

Entonces tenemos lo siguiente: en Venezuela, país rico en hidrocarburos, las personas inteligentes se dieron cuenta, pues, de que estaban en función oficial, de que disponíamos de un sistema legal y constitucional que permitía usar lo que se llama el sistema de concesiones.  Las compañías internacionales que ya, bajo el gobierno del Presidente Gómez, no tenían los reparos y los problemas que tuvieron bajo el gobierno del general Castro, se asomaron a estudiar el caso Venezuela, y se dieron cuenta de que era un país con posibilidades petrolíferas y que además poseía un sistema constitucional y legal que les permitía establecerse aquí, que garantizaba la seguridad y la rentabilidad de sus intereses y que además el país estaba entrando en un sistema político pacífico y donde había seguridad para las inversiones.

Vamos a explicar un poquito más, porque a ustedes les va a interesar llevarse estos datos que les voy a dar; porque como ustedes se mueven en el mundo del periodismo.  Tenemos entonces que Venezuela, en materia de propiedad de las minas, se rige por el Sistema Regalista.  ¿Qué es el Sistema Regalista y cómo comenzó?

Aún antes de la existencia del Reino de España, desde el viejo Reino de Castilla, desde el pueblo viejo de Castilla, del año de 1528, los depósitos de minerales, o sea las minas, pertenecían a la Corona.  En virtud de aquel eminente Derecho de Propiedad, la Corona podía explotar directamente las minas u otorgar concesión a un tercero que llenase los requerimientos exigidos.  De allí es de donde va a venir la famosa Regalía.  ¿Qué es la Regalía y cuál es su origen?  Como los minerales no son renovables, cuando la Corona otorgaba una concesión y el Concesionario explotaba la mina, el concesionario le ocasionaba un menoscabo al patrimonio mineral del monarca, y como no se lo podía restituir en minerales que no son renovables, le daba una parte del producto de la mina; eso es lo que se llama la Regalía, la parte del Rey, el quinto real, que entonces era de 20% allá en los tiempos viejos de la España vieja.

¿Cómo viene ese sistema a Venezuela?  Todo esto es importante que ustedes se lo lleven porque son cosas históricas que no las van a encontrar en ningún otro sitio.

Como dijimos, desde el pueblo viejo de Castilla de 1528, las minas eran propiedad de la Corona, eso continúa con el Ordenamiento de Alcalá, con las Ordenanzas de Biescas , con las Ordenanzas de Valladolid de Felipe Segundo, con las Ordenanzas de San Lorenzo de Felipe Segundo.  Le hago esta enumeración para que usted vea una cosa que va a ocurrir.  Hasta las Ordenanzas de San Lorenzo de Felipe Segundo, la Corona era propietaria de lo que, a la luz de los sentidos, calificaban como minerales, particularmente el oro, las piedras preciosas, los minerales metálicos, el hierro, el estaño.  El petróleo no estaba incluido.  ¿Por qué?  Porque no lo conocían.

¿Cómo va a caer el petróleo bajo la propiedad de la Corona?  Para el siglo XVIII, dentro de los dominios de la Corona de España, el Virreinato de Nueva España (o sea lo que es hoy México) empieza a perfilarse como una Provincia muy rica en minerales, con los grandes minerales de plata de Taxco por ejemplo.  El Rey Carlos III crea, en virtud de eso, el Real Tribunal de Minería de Nueva España y le exige redactar unas Ordenanzas de Minería que regirían en Nueva España.  El Real Tribunal prepara su proyecto de Ordenanza y lo lleva a conocimiento del Rey.  En ese momento la Corte está en Aranjuez; por eso algunos llaman a estas ordenanzas las Ordenanzas de Aranjuez, pero son realmente las Ordenanzas de Nueva España, que el Rey Carlos III, con fecha 22 de abril de 1.783, las pone en vigencia y empieza a aplicarlas en Nueva España el Virrey Don Matías de Galves, ya en los años de 1.774.  Esas son las Ordenanzas de Nueva España.  ¿Por qué las menciono?  Porque en las Ordenanzas de Nueva España es donde, por primera vez, se pone bajo la propiedad de monarca el petróleo.  ¿Por qué?  Porque ellos allá sí lo conocían, ellos conocían los manaderos superficiales, lo que llamamos en Venezuela los menes, en los Estados de  Tamaulipas, de Veracruz y Tabasco, en la Costa del Golfo, en lo que llaman ellos el Golden Gulf que son los estados petroleros.  Entonces ellos incluyen el petróleo bajo la propiedad del Rey, y dicen, con el español hermoso de la época,  que quedan bajo la propiedad de la Corona los minerales perfectos, los medio minerales y cualesquiera otros fósiles, inclusive bitúmenes o jugos de la tierra...  Ahí están los hidrocarburos, de manera que eso es en las Ordenanzas de Nueva España, del 22 de junio de 1.773, que por Cédula Real les da vigencia el Rey Carlos III.

El 5 de agosto de ese mismo año, con Cédula Real extiende la aplicación de las Ordenanzas de Nueva España al Virreinato de Río del la Plata y el 27 de abril de 1.784 a la Capitanía General de Venezuela, y el 8 de diciembre de 1.785 al Virreinato del Perú y a la Presidencia de Chile.  El Virreinato de Nueva Granada nunca tuvo las Ordenanzas de Nueva España y por eso nuestros vecinos tuvieron que hacer algunos esfuerzos de interpretación cuando quisieron dar concesiones.

Entonces tenemos que en 1.784, Venezuela tuvo en las Ordenanzas de Nueva España, que la rigen, la propiedad de los yacimientos de hidrocarburos para el Ministerio de Minería, además de los otros minerales.

Vamos a explicarles aquí una cosa, porque ustedes como periodistas pueden encontrar personas que parecen saber, pero que están equivocados.  Quiero, como ustedes son gente que maneja opinión pública y eventualmente escriben artículos, dejarles bien claro algo relativo a una equivocación en que incurren personas que son consideradas como conocedoras de la materia petrolera y se “pelan de medio a medio”, y ya van a ver en qué.  Usted oye corrientemente decir a personas que no debieran ignorarlo, que el subsuelo es propiedad de la Nación.  El subsuelo no es propiedad de la Nación.  De acuerdo al Derecho Civil, el propietario de un terreno lo es del subsuelo y del espacio aéreo sobre su terreno, por eso usted es dueña de una parcela y puede construir un edificio de apartamentos en forma de torre y excavar un estacionamiento subterráneo, porque usted es dueña de la superficie, del espacio aéreo y del subsuelo.  De lo que es propietaria la Nación es de las minas.

Cuando se iba a promulgar el Código Civil en l916, el legislador se dio cuenta de que si las minas eran propiedad de la Nación, aquello significaba una limitación al derecho del propietario y que había que hacerlo constar.  Por eso en el Código del 16 se expone que el propietario lo es de la superficie, del espacio aéreo y del subsuelo salvo lo que se dispusiese en las leyes de Minas; si no hay minas en su terreno usted no tiene ningún problema.   Esa redacción se llevó al Código Civil de 1922 y cuando se iba a promulgar el Código Civil de 1942, en que el Gobierno Nacional estaba ya pensando en una Legislación de Aguas que incluiría aguas subterráneas, entonces se amplió la facultad del Estado y se dijo de la manera siguiente:  el propietario lo es de la superficie, del espacio aéreo y del subsuelo, salvo lo que se dispusiera en Leyes especiales.  Ya no se limitó a las Leyes de Minas.  De manera, pues, que el Estado o la Nación, representada por el Estado, y el Estado, operando a través de los mecanismos administrativos correspondientes, son los que manejan la propiedad minera de Venezuela, y esa propiedad abarca desde los yacimientos de oro  de veta que encuentra usted en la formación Pastora a muchos metros de profundidad en el Macizo Guayanés, como los yacimientos de hierro en la superficie del Cerro Bolívar, que es una montaña de hierro.  O sea que la propiedad minera no está ligada al subsuelo, puede ser en la superficie o en el subsuelo.  Usted tiene por ejemplo los yacimientos de petróleo en la faja del Orinoco, formaciones del cretáceo; además de la faja, allá en el Zulia, a miles de pies de profundidad, son del Estado, de la Nación, lo mismo que el Lago de asfalto de Guanopo.  De modo que hay que desligar bien eso, porque hay una cantidad de personas que debieran saberlo y dicen que el subsuelo es propiedad de la Nación y no es verdad.

Bien, entonces estamos en que Venezuela tiene ya la Capitanía General de Venezuela, tiene ya las Ordenanzas de Nueva España, desde abril de 1784, pero ¿cómo pasa eso a la legislación de la República?

El año de 1.828 —aquí estamos en la Gran Colombia todavía—, la Gran Colombia se declara hereditaria de tres derechos que pertenecían a la Corona Española: Patronato Eclesiástico, la Propiedad de las Tierras Baldías, de los baldíos, y la Propiedad de las Minas.  Al año siguiente, el 24 de octubre de 1829, el Libertador promulga en Quito un decreto en materia de minería donde establece en el artículo primero: las minas, cualesquiera que ellas sean son propiedad de la República, y continuarán rigiéndose por las Ordenanzas de Nueva España hasta tanto la República produzca un sistema que las reemplace.  Estamos en la Gran Colombia todavía.  ¿Cómo pasa eso ahora a la Legislación de Venezuela? (el Congreso Constituyente de Valencia de 1830 separa a Venezuela de la Gran Colombia).

¿Cómo pasa a la República este sistema Regalista, a la República de Venezuela?  Ya lo teníamos en la Gran Colombia, pero ¿cómo pasa a la República de Venezuela, a nuestra legislación?  El Congreso Constituyente de Valencia de 1830 separa a Venezuela de la Gran Colombia y Venezuela empieza a vivir, pues, con identidad individual propia en la comunidad internacional.  El año de 1832 ocurre ante el Congreso de la República el señor Andrés Monagas para que le sea otorgada una concesión que le permita explotar unas minas de carbón mineral, de carbón de piedra, en la parte nororiental del Estado Falcón, lo que se llama las Minas de Curamichate.  El Congreso encuentra que no tiene ningún instrumento legal de que valerse, pero se acuerda del Decreto del Libertador en Quito, y lo traen a colación, y entonces, bueno, la minas son propiedad de la República y las Ordenanzas de Nueva España nos rigen hasta tanto la República tenga un sistema que las reemplace.  Por eso, Andrés Monagas recibe la concesión dentro de la normativa de las Ordenanzas de Nueva España.

¿Hasta cuándo rigieron en Venezuela las Ordenanzas de Nueva España?  Hasta el año de 1854, cuando, bajo el gobierno del general José Gregorio Monagas, Venezuela promulgó su primer Código de Minas, desglosado en ocho leyes, cada una de las cuales trata materias pertinentes a la minería. Ahí va a ocurrir una incidencia en materia legal y en materia de  minas que es la siguientes: ya teníamos el Código de Minas, habían sido derogadas las Ordenanzas de Nueva España, y el legislador se da cuenta de que, al derogar las Ordenanzas de Nueva España, el Estado abandonó la propiedad de las minas.  Entonces corrige eso con un Decreto de 5 de enero de 1855, donde dice lo mismo del Libertador allá en Quito: “Las minas cualesquiera que ellas sean, son propiedad de la República”. Entonces va a haber una situación que es la siguiente: estalla la Guerra Federal, triunfan los federales y Venezuela adopta la Constitución Federal de 1864.  En esa constitución el Estado no es que renuncia a la propiedad de las minas, sino que la dispersa en los Estados autónomos que constituyen la Federación, cuando establece: “los Estados son propietarios de sus recursos naturales, depósitos de perlas, salinas y minas”.

Es por eso que nosotros vemos que las primeras concesiones petroleras que se otorgan, se otorgan no por el Gobierno Federal, o sea el Gobierno Central, sino por las Asambleas Legislativas de los Estados, o los Poderes Ejecutivos de los Estados.  Un ejemplo de eso lo tenemos en la primera concesión petrolera que le otorgó el Ejecutivo del Estado Zulia a un americano llamado Camilo Ferrán.  El Estado Zulia lo presidía en ese momento el general George Suberman, eso fue en el año 1865, un año después de la Constitución Federal.

En 1866 el Estado de Nueva Andalucía, que eran los Estados Monagas y Sucre, una sola entidad, otorga también una concesión petrolera a un señor de nombre Manuel Olavarría.  Y en ese mismo año de 1866, la  Asamblea Constituyente del Estado Trujillo le otorgó al señor Pascual Casanova una concesión de petróleo en el Cantón de Escuque del Estado Trujillo.  Y en 1878, el gran Estado de Los Andes le otorga la concesión para explotar petróleo a la compañía Petróleos del Táchira.

Ahí se va a presentar un incidente... —bueno, estas son cosas que no son realmente lo que ustedes vinieron a buscar, que también se lo vamos a dar, sino que son antecedentes que a ustedes, que manejan la opinión, les interesa conocer, porque es  historia institucional de la industria petrolera—.  Con esta Constitución Federal y con el Código de Minas de 1855 se va a presentar el problema siguiente: se había descubierto en el Estado Bolívar la Cuenca Aurífera del Yuruari, durante el gobierno del mariscal Alcántara.  El primer presidente de la Federación intenta, basándose en el Código de Minas de 1854, otorgar concesiones para explotar las minas de oro del Yuruari, pero el gobierno del Estado Bolívar se atraviesa y le dice que no.  Entonces empieza un forcejeo entre el Gobierno Federal y el Gobierno del Estado Bolívar, que luego se finiquitará a favor del Gobierno Federal creando lo que se llamó el Territorio Federal Yuruari, o sea la Cuenca Aurífera del Yuruari, se sustrajo de las autoridades del Estado Bolívar, porque se constituyó en Territorio Federal y los Territorios Federales dependen del Gobierno central directamente.

Cuando el presidente Guzmán Blanco, en su segundo gobierno —el que se llamó el quinquenio, porque duró de 1879 a 1984— adoptó o promulgó una nueva Constitución que, en el léxico constitucional llamamos la suiza, porque Guzmán Blanco en su alocución al Congreso dijo una cosa que fue verdad: “en vista de que los principios anglosajones que hasta ahora hemos venido adoptando no han dado los resultados esperados, vamos a aplicar principios de la república helvética”, ¡otro disparate!  Entonces don Vicente Amengual, el gran político de la época, se paró y le dijo al general Guzmán: “el proyecto es magnífico, pero ¿dónde están los suizos?”

Esa Constitución se llamó la suiza, pero en materia de minas sí hizo la suiza lo siguiente: Guzmán Blanco se da cuenta de que en materia de régimen legal aplicable a las minas se va a producir una anarquía, porque cada Estado se está preparando ya para producir su propia ley, o su propio Código de Minas, y ya realmente Nueva Andalucía ha producido su Código de Minas.  Entonces Guzmán, para evitar esa anarquía, hace lo siguiente: mantiene los principios de la Constitución Federal —“los Estados son propietarios de sus recursos naturales, los bancos de perlas, salinas y minas”—; pero, en cuanto a minas, delega en el Gobierno Federal la facultad de administrarlas y contratarlas.  O sea, le quitó a los Estados la facultad de otorgar concesiones y la tomó para el Gobierno Federal, y traía una previsión que, de haberse mantenido, hoy el Zulia sería como el Kuwait antes de la guerra, en virtud de lo que se establecía: “el producto de las minas será considerado como renta propia del Estado donde estén ubicadas”.

Eso va a sufrir una modificación durante el gobierno de Cipriano Castro, ya que la Constitución de 1901 establece lo siguientes: aunque se mantiene lo anterior —“los Estados son propietarios de sus recursos naturales: los bancos de perlas, salinas, minas—, se delega en el Gobierno Federal la facultad de contratarlas  y administrarlas, así como que el producto de las minas se distribuirá quincenalmente entre los Estados de la Unión, en proporción a la población de cada uno de ellos”.  Ahí es donde está el principio del Situado Constitucional, tiene un origen minero.

Bueno así vamos entonces, progresando en materia minera.  Voy a señalarles una cosa que, a ustedes como periodistas, les va a interesar: ¿cómo aparece la legislación específica de hidrocarburos?  O sea, ¿por qué hasta este momento no hay sino leyes que rigen a todas las minas, inclusive el asfalto y el petróleo?

El año de 1883, el presidente Guzmán Blanco promulga un Código de minas.  En virtud de ese Código, se otorga una concesión para explotar el Lago de Asfalto de Guanoco a los señores Horacio Hamilton y George Phillips, quienes el año de 1885 venden la concesión a una empresa llamada New York and Bermúdez Company, dependiente, subsidiaria, de la General Asfalt  de Filadelfia; que era lo que se llamaba en esa época el Trust del Asfalto, una compañía no petrolera sino asfaltera.  Bueno, la New York and Bermúdez Company empieza a explotar asfalto el año de 1900, de tal manera que se dice que muchas de las calles de la vieja Nueva York, del viejo Boston, del viejo Río de Janeiro fueron pavimentadas con el asfalto del Guanoco.  Pero la New York and Bermúdez Company entra en colisión con el gobierno de Cipriano Castro debido a que se involucra la compañía en la revolución libertadora del general Manuel Antonio Matos, a la cual contribuyó con recursos económicos.  Entonces el general Castro empieza a pelear con la New York and Bermúdez Company,  hasta el extremo, pues, que le cancelan la concesión en el año de 1906 y tiene que salir del país.

En el gobierno de Cipriano Castro no había un ambiente propicio para que las grandes compañías que querían buscar diversificar sus fuentes de suministro viniesen a Venezuela.  En ese entonces, se produjo el bloqueo, se produjeron las peleas de Cipriano Castro con las misiones diplomáticas extrajeras.  Un día llegó al extremo de darle un puntapié por la barriga al Ministro Consejero de Francia; éste, inclusive, se refugió en un vapor francés que en ese momento estaba en La Guaira.

SB: En todas las épocas se cuecen habas…

GZ: Eso...  De manera que no era propicio para que intereses extranjeros se estableciesen, pero cuando el general Gómez desplaza del poder al general Castro, las cosas cambiaron.  Sin embargo, a fines del gobierno de Cipriano Castro, el año 1907, se otorgaron cuatro grandes lotes de concesiones bajo el régimen de la Ley de Minas de 1905, a cuatro venezolanos; no a extranjeros, sino a venezolanos.  Una fue la que se llamó Concesión Vigas (2 millones de hectáreas en el Distrito Colón del Estado Zulia) a un periodista de Cumaná, Andrés J. Vigas, quien fue fundador de El Universal junto con Andrés Mata.  Otra: la Concesión Aranguren, al general Antonio Aranguren (1 millón de hectáreas en los Distritos Bolívar y Maracaibo, en el Estado Zulia), y la Concesión Planas, al general Bernabé Planas (medio millón de hectáreas en el Distrito Buchivacoa del Estado Falcón, la parte occidental de Falcón; y la Concesión Jiménez Arráez, a Francisco Jiménez Arráez, la parte oriental de Falcón, los Distritos Zamora y Acosta del Estado Falcón.  Esas cuatro concesiones, más dos incidencias más que vendrán luego bajo el gobierno del General Gómez, que son los dos contratos Valladares, van a constituir el basamento geográfico donde va a nacer la gran industria petrolera.

Ya bajo el gobierno del General Gómez se produce un nuevo Código de Minas que representaba una mejoría con respecto a la ley de 1905, que es el Código de 1906, que también hubo que corregirlo porque mostró algunas debilidades.  Entonces viene el Código de 1910.  Bajo ese código se otorga una concesión de 29 millones de hectáreas a los señores Alan Terjeyers y Heljeberch.  Esa concesión era inmensa, por lo que esos señores se encontraron incapacitados al año para manejarla económica y financieramente, y entonces ellos renunciaron a la concesión.  Al poco tiempo la adquiere el Dr. Rafael Mar Valladares, quien fue un abogado de Aragua de Barcelona, que en aquellos inicios de la industria petrolera se movió con mucha fortuna y con mucha habilidad en todas estas cosas.  Era muy amigo nuestro porque vivía aquí en La Pastora, al voltear; los fondos de las casas se tocaban.  Bueno, Valladares adquiere esa concesión o una extensión parecida y se la vende a la General Asfalt de Filadelfia, la casa matriz de la New York and Bermúdez Company de Lago de Guanoco…  ¡Ah!, déjenme decirles algo que se me olvidaba: la New York and Bermúdez Company regresa al Lago de Guanoco, eso era para desglosar aparte, con el primer contrato Valladares; el primer Contrato Valladares consistió en lo siguiente: el Dr. Valladares recibió una Concesión que comprendía la Península de Paria, el Distrito Benítez del Estado Sucre, incluyendo el Lago de Asfalto de Guanoco, y el Municipio Pérez Bonalde del Territorio Delta Amacuro y las áreas adyacentes.   Entonces Valladares le vende aquello a la New York and Benítez Company que regresó a Venezuela, de donde la había expulsado Cipriano Castro.

Y esa Concesión, el segundo Contrato Valladares que Valladares se lo vende a la General Asfalt de Filadelfia, eran 29 millones de hectáreas, los Estados Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy, Nueva Esparta, Sucre, Monagas, Anzoátegui, Zulia, Falcón y Delta Amacuro, salvo lo que estuviese otorgado ya en Concesión.  Les voy a decir algo para aclarar la idea, porque usted le cuenta hoy a un estudioso del petróleo esto y exclama que eso es una monstruosidad, que eso es una entrega del territorio....  ¡No!  En esa época los métodos para localizar yacimientos de petróleo no estaban desarrollados, se valían o de los manaderos en la superficie para perforar allí o de lo que se llama “geología de superficie”; de manera que para obtener algún resultado positivo era necesario abrir mucho el campo de las probabilidades.  De ahí esas concesiones tan extensas.  Además esas eran concesiones nada más que de exploración, por 2 años.  El concesionario exploraba su extensión y entonces escogía los lotes de 400 hectáreas que iba a pedir como concesión de explotación; de manera que la extensión inmensa que no era solicitada para explotar, revertía al Estado, ya explorada por los procedimientos elementales de la época, de manera que no era una cosa  negativa.

La General Asfalt de Filadelfia había creado, el año de 1910 en Nueva York, una compañía llamada la Caribbean Petroleum.  La Caribean Petroleum la creó la General Asfalt para manejar posibles concesiones petroleras que ellos obtuviesen en Venezuela; ellos estaban en el ramo del Asfalto, pero se crearon las empresas petroleras.  La Caribean Petroleum recibe entonces aquella inmensa extensión del territorio y traen a un famoso geólogo Ralph Hunter de la Universidad de Stanford, en California, quien, acompañado por un equipo como de 50 especialistas y técnicos relacionados con la materia, se va a explorar aquellas grandes extensiones y él es el que le aconseja a la Caribean Petroleum perforar en lo que se llama El Cerro de la Estrella en el Campo de Mene Grande, Distrito Baralt, del Estado Bolívar.  Ese es el pozo que comienza la Caribean Petroleum a perforar el 12 de enero de 1914 y lo termina el 31 de julio de ese año como productor comercial.  Es el primer pozo comercial de Venezuela; ese es el que tenemos oficialmente como el arranque de la producción comercial.  Produjo, a una profundidad como de 185 metros, 250 barriles de petróleo diarios de gravedad 19,2 API.  Ese es el pozo que se conoce como Zumaque 1.

 

 

Divulgación de los 40 años de la industria petrolera

 GZ: A mí me tocó celebrar por primera vez un aniversario de la industria.   Hice que lo celebrasen en el Zumaque 1.  Fue en el año 54, cuando cumplió 40 años, y en ese entonces hasta publiqué un folleto con ese motivo.

Lo que les voy a decir es una cosa importante y ya nos vamos a ir a lo que ustedes vinieron a buscar.

La memoria del Ministerio de Fomento, que era el organismo que manejaba las minas en 1912, recomendaba separar la legislación de hidrocarburos de la legislación de minas, con la diferencia que hay entre las minas convencionales y el petróleo.  En el año 1917, el gobierno nombra Ministro de Fomento a un médico eminente de la ciudad de Coro, el Dr. Gumersindo Torres.  Fue muy amigo nuestro.  Lo conocí mucho, fui muy amigo de sus hijos.

Gumersindo Torres cuando llega, el año 1917, al Ministerio de Fomento lo primero que hace es organizar el Despacho en una forma más racional.  Crea la Dirección de Minas que no existía.  Y, acogiendo la sugerencia de la memoria del Despacho de 1911, empieza lo que  fue el primer esfuerzo para preparar la Legislación de Hidrocarburos y la Legislación de Minas.

El año de 1918 dicta un decreto reglamentario sobre petróleo, asfalto, carbón y sustancias minerales.  Como el gobierno andaba transitando un campo nuevo, el decreto mostró algunas debilidades, entonces lo corrigieron con un decreto sobre el mismo tema el año 20; pero, ya el año de 1920, el gobierno se da cuenta de que la materia petróleo es muy importante y que es necesario legislar; que no basta un decreto reglamentario, y entonces va a comenzar nuestra específica Legislación de Hidrocarburos.   La primera se produce el año de 1920, la Ley de Minas.  En su artículo tercero señala: las empresas de los hidrocarburos serán tratadas  con sistemas separados.  Y nuestra primera ley de hidrocarburos es la de 1920; pero entonces va a haber una progresión legislativa acelerada debido a que precisamente, como dije anteriormente, el gobierno no estaba enterado bien de ese campo y entonces producía una ley que mostraba al poco tiempo defectos y había que reemplazarla con otra.  Por eso es que vemos  una progresión acelerada legislativa con las Leyes de Hidrocarburos de 1920, 21, 22, 25, 28 y 35, que es la última Ley de Hidrocarburos del general Gómez, asesorada por el Dr. Pedro Rafael Tinoco, que era el Ministro de Relaciones Interiores —el padre de Pedro Tinoco— y que era un abogado eminente.  Fue una ley magnífica.  Entonces ahí termina ese período.

Ya la industria petrolera en el país se ha consolidado, porque Venezuela, desde el año 29, ya es el segundo productor después de los Estados Unidos y el primer exportador.  Ha desplazado a México entre los principales exportadores.

 

 

Las relaciones públicas en la industria petrolera

 Ahora vamos a entrar al campo que a ustedes les interesa.  Cuando muere el general Gómez, Venezuela ya es un país con industria petrolera, como digo, consolidada.  Venezuela es un país petrolero.

Al morir el general Gómez hay un cambio político fundamental en el país promovido por el mismo presidente que lo heredó, el general Eleazar López Contreras.   Éste abre un poco el compás, como dijéramos, y el país empieza a vivir de una forma más normal desde el punto de vista político.  Regresan los exiliados del exterior, hay excarcelación masiva de presos políticos, y entonces la opinión pública en Venezuela se va a dividir en dos áreas diferentes frente a la industria petrolera.  A nivel gubernamental, el gobierno acepta la situación que heredó; pero trata de mejorarla consiguiendo más control sobre la industria concesionaria y más percepción económica para la Nación venezolana.  Eso es a nivel gubernamental.  Pero a nivel de la oposición política, donde viene mucha gente con pensamientos de izquierda, con cultura política de izquierda, hay fuertes  oposiciones de la industria petrolera; inclusive ya se deslizan algunas ideas de nacionalización, pero todavía sin tenerla muy clara.  O sea, que más bien la referían al momento en que se extinguiesen las concesiones que estaban rigiendo.  Entonces el Estado tomaría las riendas.

¿Cuáles son las principales objeciones que esa oposición política hace a la industria petrolera?  Primero, la acusan de que contribuyó a consolidar en el poder al gobierno del presidente Gómez, la acusan de que lo que percibe el país por la explotación de su petróleo no es justo, que las condiciones laborales y el salario de los trabajadores no son justos tampoco, y, además, que  al cambiar la economía del país en la forma que lo hicieron, provocaron el colapso de la actividad agropecuaria del país, que era de lo que el país vivía anteriormente.  Todo eso tiene sus explicaciones.

Entonces tenemos que hay un enfrentamiento de cierto sector de la sociedad contra la industria petrolera.  El gobierno se limita a legislar, y va legislando y va controlando más la industria hasta llegar a la Ley de Hidrocarburos.   de modo que, después del gobierno de López Contreras, hay una Ley de Hidrocarburos (la de 1936) que realmente es igual a la del general Gómez, y que solamente fue necesario promulgarla porque habían promulgado la Ley del Trabajo en 1936 que  traía más previsiones aplicables a la industria de los hidrocarburos y era necesario conjugarlas.  Después hay una segunda ley bajo el gobierno del general López Contreras, que es la 1938, la cual trajo un buen enfrentamiento entre la industria petrolera y el gobierno nacional, porque esa Ley sí traía innovaciones como las siguientes: creación de una Compañía Nacional de Petróleo, establecimiento de una refinería nacional de petróleo…  Pero esos no fueron los aspectos que produjeron el choque, sino el problema de las exoneraciones.

Las Compañías, cuando tuvieron sus concesiones o cuando iban obteniendo concesiones, quedaron exoneradas de pagar derechos en la aduana por lo que importasen al país.  Originalmente eso fue indudable por lo que importasen para sus operaciones petroleras, pero eso se relajó y fue para todo lo que importasen.   Entonces vino el enfrentamiento entre el gobierno y las compañías.  Por eso la ley del 38 establece que las exoneraciones de los derechos de aduana no estaban implícitas en los contratos de concesión, aunque las compañías sostenían lo contrario.  Además esa ley establecía que si una compañía petrolera quería ser exonerada de los derechos de aduana para algo que iban a importar, tenían que solicitar la exoneración individualmente por ese renglón y que era potestativo del Ejecutivo Nacional el otorgar o no la exoneración.  Eso trajo entonces un impasse tremendo.

Cuando vienen las elecciones del 41 y el general Medina llega al poder, se encuentra con dos cosas en la industria petrolera: el impasse gobierno-compañías y esa anarquía que había por la proliferación de leyes, las cuales habían permitido que las compañías petroleras adquirieran concesiones, unas bajo las Leyes de Minas, otras bajo esa multiplicidad de Leyes de Hidrocarburos, otras venían del Contrato Valladares, etc.  Entonces, el general Medina quiso uniformar todo eso.  Lo primero que vino fue la Ley del 43, la cual fue considerada una ley negociada, porque era preciso.  Como las compañías tenían ya sus derechos adquiridos, el gobierno no quería hacer algo ilegal que lo desacreditase internacionalmente.

Lo primero que hubo fue una discusión en el Congreso de la República donde se discutió la legitimidad o no de las concesiones de la Mene Grande en el Zulia y la legitimidad o no de los Contratos Valladares, donde radicaban los principales intereses de la empresa.  Las compañías se preocuparon con el problema.  Entonces el gobierno les tendió la mano y les dijo: “vamos a una nueva Ley de Hidrocarburos que indudablemente restringirá un poco las actividades de ustedes y les pondrá más presión económica, pero a cambio de eso les vamos a dar lo siguiente: primero, vamos a convalidar todas las concesiones que existen hasta ahora; o sea, no se va a dudar más de la legitimidad de ningún derecho de concesión.  Segundo, vamos a revitalizar las concesiones, haciéndolas que comiencen a regir desde la fecha de promulgación de la nueva ley —una concesión que tenía ya 20 años, al promulgarse la ley, empezaba como si no hubiera transcurrido el tiempo—, y además vamos a ofrecer una nueva ronda de concesiones –el gobierno ofreció unos 8 millones de hectáreas, las compañías tenían unos 8 millones—“.  Algunas renunciaron como a 6 millones y se acogieron a la nueva Ley.  De manera que esa es la Ley del 42, una ley que fue extraordinaria para la época, pero ha sido necesario reemplazarla por la nueva Ley porque ya la situación es distinta, y no tenemos industrias concesionarias.  Además, han proliferado una serie de leyes sobre distintos temas petroleros, que es necesario acompasar y coordinar.  Pero esa Ley del 43 es un modelo de Ley de Hidrocarburos.  No es una casualidad que haya sido una ley tan buena; es que fue redactada por un equipo de trabajo de lo mejor que ha históricamente habido en Venezuela.  El Presidente de la República, el General Isaías Medina Angarita, asumió la Presidencia de la Comisión Redactora.  En ella actuaron también, entre otros, el Ministro de Fomento de la época, que era Eugenio Mendoza; Arturo Uslar Pietri, Rafael Pizani, Gustavo Herrera, Gustavo Pacaninis, Alfredo Gonzalo Hernández, Manuel Egaña, Luis Loreto,  Julio Medina Angarita, Carlos Pérez Jacobo, Luís Herrera Figueredo, Ángel Demetrio Aguerrevere, Pedro Ignacio Aguerrevere, y el Secretario de la Comisión, Dr. Edmundo Luongo, quien no sólo era un ingeniero de petróleo del más alto nivel, sino que manejaba el castellano como un académico de la Lengua, de tal manera que la Ley de Hidrocarburos del 43 no solamente fue una pieza legal de primer orden sino que también fue una pieza de un magnífico castellano.

Entonces vamos a ver lo relacionado con ustedes.  Lo primero que ocurre es que hay ya un sector de la población del país que objeta la industria y hay otros sectores que la objetan fuertemente y agresivamente.  Comienza el problema en el campo laboral con la Ley del Trabajo en 1936, y empieza la sindicalización.  Entonces las compañías, que no habían tenido problemas de opinión pública, comienzan a tenerlos.

Después de la muerte del Presidente Gómez, vimos que la opinión pública frente a la industria petrolera se dividió en dos.  A nivel gubernamental, ya lo explicamos, y a nivel de la oposición política, y, aún sin ser oposición de mucha gente, hubo un sentimiento más bien de reproche a la industria petrolera concesionaria.

Lo primero que va a ocurrir en la industria petrolera ante la nueva situación  es que como ya existe la Ley del Trabajo de 1936, comienza un proceso acelerado de sindicalización, donde hay mucha gente más bien agresiva contra el gran capital representado por la industria petrolera.  No se olviden que es una época en que el marxismo se está extendiendo ampliamente por el mundo, sin querer yo decir que todos los que pensaban así eran marxistas.  Lo primero que van a hacer las compañías petroleras, como los primeros problemas que se les presentan son en el campo laboral, van a afinar sus departamentos de Relaciones Industriales y sus políticas de Relaciones Industriales, sus políticas con los trabajadores.

Para 1945 se produce el golpe militar que derroca el gobierno del general Medina y  que lleva al poder al partido Acción Democrática, que era uno de los partidos, bueno, era el partido político que había contribuido más a la organización del movimiento laboral en Venezuela, en el cual tenía mucha influencia, y además era un partido que en materia petrolera tenía dos ideólogos: el mismo Rómulo Betancourt y el Dr. Juan Pablo Pérez Alfonso, abogado, a quien le había dado por estudiar el ramo petrolero y que tenía posiciones de crítica, si se quiere, a la situación tal como estaba funcionando.  Como el partido Acción Democrática en aquella época es el primer gran partido de masas que hay en el país y formador de opinión pública, todas estas cosas combinadas dan lugar a que las compañías petroleras piensen no solamente en el ramo de las Relaciones Industriales para las relaciones obrero-patronales, sino en el ramo de las Relaciones Públicas para los contactos con el gobierno y con la comunidad.  Por eso es que van a importar de sus centrales en el exterior lo que en esa época se conocía, desde el punto de vista de la técnica, de esta nueva disciplina.  De manera que las Relaciones Públicas nacen en Venezuela en la segunda mitad de la década de los 40, por estas razones que hemos expuesto.  Y nacen en las dos grandes compañías, la Creole y la Shell.  Luego se agregó, en la década de los 50, la compañía Mobil con un buen Departamento de Relaciones Públicas.

SB: ¿Y cómo eran las técnicas de relaciones públicas en esa época?

GZ: Bueno, ya le voy a decir.  Por ejemplo, yo fui encargado, yo entré a la compañía Shell el año 1949 y vale la pena, pues, que ustedes, que son amigos, se lleven la historia de cómo entré yo a la industria petrolera.

En el  año 1947 me habían nombrado Secretario de la Junta Revolucionaria de Gobierno.  Era la Junta que se nombró con motivo del golpe del 18 de octubre.  Yo era Diputado a la Asamblea Constituyente y miembro de la Comisión de Defensa.  Quizás ahí vale la pena también que les haga una explicación: yo fui el único civil en el movimiento militar del 18 de octubre.  ¿Por qué?  Porque la verdadera vocación mía eran las fuerzas armadas, el Ejército o la Marina de Guerra; pero en esa época eran carreras marginales, tan marginales que fue una de las desmotivaciones que exhibió la juventud militar que insurgió el 18 de octubre, y me hicieron objeciones en casa que yo compartí entonces.

Yo me gradué de bachiller en el año 34.  Me fui a la Escuela de Derecho.  Soy abogado de la promoción de 1940.  Pero me quedaron las afinidades militares y, por eso, yo siempre he mantenido contacto militar.  Yo, por ejemplo, ahora también soy Asesor en el IAED —Instituto de Altos Estudios de la Defensa—, aquí en Caracas.  Estuve en la Secretaría del Consejo Supremo de la Defensa Nacional, y me hice abogado, me quedaron las afinidades…  Seguí moviéndome en el ámbito militar, y se dio la circunstancia que el grupo que insurge el 18 de octubre eran mis contemporáneos en edad, compañeros míos de fiestas, de deportes —yo he practicado dos deportes que tienen mucha vigencia en las Fuerzas Armadas, como son la equitación y el tiro—,  y entonces tenía, pues, un contacto íntimo, de manera que cuando se va desarrollando la conspiración del 18 de octubre, que tiene unas razones históricas, que si ustedes algún día quieren grabar el proceso, con mucho gusto...

SB: Claro, lo tomamos muy en cuenta.

GZ: Porque yo no escribo, yo no escribo...

SB: ¡Ah!, pues nosotros vamos a recopilar sus relatos.

GZ: Yo fui el hombre de más confianza de Pérez Jiménez en la fase preparatoria del golpe.

SB: Entonces, el único civil...

GZ: El único civil en el movimiento, antes que se hablase con cuatro directivos de Acción Democrática, no con el Partido, sino con cuatro directivos de Acción Democrática.

SB: ¿Quiénes fueron esos cuatro directivos?

GZ: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Luís Beltrán Prieto Figueroa y Gonzalo Barrios.  Pero a mí me tocaron los combates aquí, en Miraflores, a las órdenes del mayor Celestino Velasco, un hombre de un gran valor personal y de mucha disposición militar.  Bueno, algún día podremos hablar de eso.

SB: Sí.  Podemos hablar de eso; me interesa mucho.

GZ: Pasó lo siguiente: en el nuevo gobierno empiezo yo a participar; era yo Director de Gabinete del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que por cierto me tocó organizar, como Director de Gabinete, la Doceava Conferencia  Sanitaria Panamericana que se celebró aquí en Caracas el año de 1947.  Eso me llevó a estar en contacto con los departamentos de salud pública de todo el continente, y sobre todo con la Oficina Sanitaria Panamericana de Washington.  Yo me sentía en esa época orgulloso de ver el respeto que Venezuela imponía en el campo internacional en materia de salud pública, pero es que teníamos una guardia doblada de 70 u 80 hombres de primera clase.  Empiece usted por Enrique Tejera, por Armando Castillo Plaza, por Arnoldo Gabaldón, y no se los menciono a todos porque la lista es larga, ¿no?  Hasta los estadounidenses nos respetaban en este campo, ¿ah?

Esa Conferencia que se celebró aquí al año siguiente, ya yo que la había puesto en marcha.  Ahí ocurrí como invitado, porque ya yo era Secretario de la Junta Revolucionaria, pero los trabajos de esa conferencia quedaron todos recogidos en una colección que se denominó los “Cuadernos Amarillos”, que es un monumento de literatura en materia de Sanidad y de salud pública.

Bueno, estando yo en la Dirección del Gabinete me llama un día Rómulo Betancourt, y me dice: “José, véngase a desayunar conmigo mañana a Miraflores”.  Una vez allí, me explica: “mire, yo quiero que usted deje la Dirección de Gabinete porque vamos a llamar a elecciones para una Asamblea Constituyente, destinada a darle al país una nueva Constitución y un nuevo orden político, y yo quiero que usted vaya a esa Asamblea; usted es un magnífico abogado, que su presencia ahí va a ser sumamente importante, pero hay otra cosa más: el Partido no está bien entendido con las Fuerzas Armadas, y usted tiene la amistad total de las Fuerzas Armadas; usted es amigo de Pérez Jiménez, de Llovera Páez, de Carlos Bernal, de los Vargas y de la institución en general que lo consideran a usted como un oficial sin uniforme.  Yo quiero que usted vaya a la Asamblea porque los debates en la Asamblea pueden provocar rozamiento con las Fuerzas Armadas, y yo quiero que usted vaya a la Comisión de Defensa para que me sirva de amortiguador.  Inclusive, si en un momento dado usted considera que yo debo intervenir me lo avisa.  Para tener la seguridad de que usted va a la Asamblea, lo he puesto en la plancha de mi Estado, el Estado Miranda, donde vamos a ganar.  No lo puse de número uno porque usted no es miembro del Partido.  De número uno va su gran amigo Simón Ferrer, de número dos va otro gran amigo suyo César Guinand.  Usted va de número tres, pero ahí vamos a meter toda la delegación del Partido por el Estado Miranda.  Iré allá a ofrecerle la candidatura que usted aceptará y yo voy a hablar con su Ministro para decirle lo que estamos haciendo”.  Yo le dije: “bueno, como no, con mucho gusto; pero quiero señalarle una cosa, para ver si dentro de esos planes de que usted me habla esto cabe: yo no tengo ningún inconveniente en respaldar muchas de las cosas políticas de ustedes, pero yo quiero mantenerme y figurar ahí como un Diputado totalmente independiente, porque hay, por ejemplo, dos materias en las cuales yo voy a tener que votar con la oposición y contra ustedes, que es en materia de la Ley de Educación y de la Ley de Patronato Eclesiástico, porque mis condiciones religiosas, pues, me impiden acompañarlos a ustedes, que usted sabe tienen otras ideas”.  Entonces él dijo: “No, José, si por lo que yo quiero que tú vayas allí es por cosas de mucho más importancia; siéntete totalmente independiente”.

Bueno, entonces voy yo a la Asamblea Constituyente.  Yo me había distinguido a lo largo del gobierno, hasta ese momento, como uno de los hombres de choque del gobierno, por mi conexión militar actuaba al lado de los militares, como otro militar, y me había distinguido como uno de los hombre de choque en el ordenamiento de Gómez y de cosas de Estado.  Por ejemplo, yo era como hermano de Carlos Delgado.  Yo viví tres meses en su casa, acompañándolo en la convalecencia de un accidente de equitación que tuvo.  Bueno, yo me había distinguido mucho en el develamiento del golpe del 10 y del 11 de diciembre de 1946, en que el gobierno no fue derrocado por mí y esto lo digo bajo juramento.  Entonces, yo voy a la Asamblea  Constituyente, a la Comisión de Defensa, pero en esto se le presenta a la Junta Revolucionaria un frente revolucionario encabezado por el General Eleazar López Contreras, a quien acompañaban Leonardo Altuve Carrillo, Jorge Pocaterra, Pedro Estrada, el mayor Carlos Maldonado Peña, Julio César Vargas, hermano de Mario, quienes tenían el apoyo del Presidente de la República Dominicana, Rafael de Oviedo Trujillo, del General Anastasio Somoza, Presidente de Nicaragua.  El gobierno, la Junta, se preocupó mucho, sobre todo por las conexiones militares del general López, al mando de las Fuerzas Armadas; las conexiones militares de Julio César Vargas y las del Mayor Carlos Maldonado Peña, particularmente por las Fuerzas Aéreas.  Entonces resolvieron pasar a Luís Beltrán Prieto, que era Secretario de la Junta, a Ministro de Educación y me nombraron a mí Secretario de la Junta, con un gran poder, porque yo era Secretario de la Presidencia Colegiada, Secretario del Gabinete Ejecutivo que se completaba por los Ministros que no formaban parte de la Presidencia.  Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez resolvieron que yo asumiera también la Secretaría del Consejo Supremo de la Defensa Nacional, que fue una entidad que creó el general Eleazar López Contreras en la Ley Orgánica del Ejército y la Armada de 1939.  Fue integrado ese Consejo por el Presidente de la República, el Gabinete Ejecutivo, el Alto Mando Militar; la Secretaría la desempeñaba el Jefe de Estado Mayor, que en ese momento es el general Pérez Jiménez.  Pero Pérez Jiménez estaba muy recargado de trabado, reestructurando la institución armada que había quedado muy desarticulada por el golpe del 18 de octubre y transformando el viejo Ministerio de Guerra y Marina —concebido de acuerdo a la Ley de Ministerios—, la Dirección  de Gabinete  y Administración de Guerra y Marina y Aviación, en el Ministerio de la Defensa Nacional, de acuerdo a la Ley Orgánica Peruana, en lo que era él muy diestro, pero estaba muy recargado de trabajo.

Estando yo en ese cargo, la dirigencia petrolera del país se preocupó mucho.  Estaba muy preocupada por la presencia en el gobierno del partido Acción Democrática, donde había algunos grupos muy radicales y había ideólogos petroleros como Rómulo Betancourt y Juan Carlos Pérez Alfonso, quienes le daban prioridad a la materia petrolera.

La dirigencia petrolera estaba muy preocupada y no se les abrían las puertas fácilmente.  Cuando  a mí me nombran ministro, yo soy independiente, no tengo complejos de inferioridad; no tengo xenofobia tampoco.  Entonces ellos encontraron un área del gobierno de muy alto nivel donde se les trataba con cordialidad, con amabilidad.  Me tomaron un gran afecto, me hacían invitaciones y atenciones que yo les correspondía, y yo fui el artífice de una gran amistad que hubo entre Rómulo Betancourt, que era el presidente de la Junta, y Arthur Brown, quien era el Presidente de la Creole; y una gran amistad que hubo entre Raúl Leoni y el Presidente de la Shell, que era John Laudon, un abogado de la Universidad de Yale.

Años después, siendo yo director de la Shell, cuando Raúl (Leoni) es electo Presidente, me llamó y me dijo: “mira José, ¿tú te acuerdas...? —bueno, José no; después de que entré a la industria petrolera Raúl Leoni ya no me llamó José, sino “Mister Giacopini”—.  Mira Mister Giacopini, ¿usted se acuerda de la amistad que usted cultivó entre Mister Laudon y mi persona?  Yo quiero traer al señor Laudon como un invitado especial a mi toma de posesión”.  Laudon, en ese momento, era el chairman mundial de la Royal Dutch allá en Londres.  Vino con su esposa, y Leoni lo hospedó en la suite presidencial del Círculo Militar en aquella época…  Pues, volvamos a mi Secretaría del año 47.

SB: ¿Cuando usted le hace las buenas relaciones a la Industria con el Gobierno…?

GZ: Sí, ¡cómo no...!  Y no solamente eso, sino que Laudon, quien me tomó un gran cariño, empezó a decirme: “José, si algún día usted se va de la política yo quiero verlo con nosotros en la Shell”.  Y yo no le daba importancia a eso; a Laudon lo elevan a la primera condición del grupo número uno mundial, y entonces se va a despedir de mí a Miraflores y me lleva a quien lo iba a reemplazar acá, un coronel británico, el coronel Walter Ponster.  Y resulta que luego Ponster y yo fuimos como dos hermanos.  Nació una amistad verdaderamente fraternal, y él continuaba con la conseja de Laudon: “José si usted se va de la política se viene con nosotros a la Shell”.  Yo no le daba importancia a eso.  Pasaba el tiempo, viene la caída del presidente Gallegos, y yo fui clave en esos días y nadie tiene la historia del 24 de noviembre como yo, porque yo era Gobernador en el Amazonas y Carlos Delgado y Rómulo Gallegos me mandaron a buscar, en un expreso, para que yo sirviera de negociador, y le presenté dos posibilidades a Don Rómulo Gallegos.  Una que le negocié de tipo político con Pérez Jiménez, que era el Jefe del Estado Mayor General, uno de los ideólogos militares de la época, la cual no quiso aceptar; otra donde le combiné una oferta de tipo militar con el Teniente Coronel José León Barrientos que era el Inspector General de las Fuerzas Armadas; tampoco quiso, pues.

SB: ¿Cuáles eran esas dos propuestas?

GZ: Bueno no, eso sería largo de explicar, el día que quieran se vienen y yo les explico.

Cuando cae Rómulo Gallegos, como yo estaba en el gobierno por las Fuerzas Armadas y no por la política, me volvieron Delgado y Pérez Jiménez a mandar para el Amazonas; pero ya yo me sentí mal en la nueva situación cuando empezaron las persecuciones políticas contra la gente del partido Acción Democrática.  Yo soy independiente, pero ellos me habían dado su amistad, su afecto, su confianza, y me daba pena cuando los perseguían.  Entonces le dije a Carlos Delgado que yo quería irme a la vida privada.  Delgado me dijo:  “Tú lo que necesitas son unas vacaciones largas en el exterior, vamos a mandarte de embajador a Italia”.  Tú sabes que mi abuelo fue representante de Italia y murió siendo representante de Italia aquí.  Pero, en esto, Ponster, el Presidente de la Shell, que supo que yo estaba pensando irme al mundo exterior, me invitó a almorzar y me dijo: “no José, aquí lo que hay es que materializar nuestro viejo deseo.  Usted se viene con nosotros a la Directiva de la Shell”.  Agregó: “nosotros tenemos una Directiva toda de extranjeros.  En esta década de 1940 se ha producido una rotación en las altas esferas del gobierno con gentes que tienen ideas de todas clases en materia petrolera, y nosotros estamos perdidos en ese campo.  Usted véngase bien como miembro de la Directiva, como asesor personal mío o como asesor de la Directiva”.  Entonces le dije: “bueno, vamos a pensarlo”.

Nos reunimos nuevamente y me dijo —ahora viene el tema que le interesa a ustedes—: “yo tengo dos ideas con respecto a usted, además de los cargos esos que yo tengo para usted, hay una actividad nueva que usted no sabe qué es y yo tampoco, que se llama Relaciones Públicas; pero que parece que nosotros las necesitamos, y la Creole ya está fundando un Departamento.  De manera que usted, que es conocedor de la política nacional, de sus hombres, de todo eso, usted se encargaría de fundar ese Departamento.  Lo vamos a poner en contacto con la Jefatura de Personal, para que de las listas de empleados usted escoja con quién estructurar ese Departamento de acuerdo con el Currículum Vitae de cada uno de ellos y las actividades que han tenido.  Pero quiero también hacerlo un petrolero.   Usted es un magnífico abogado, pero yo no lo quiero mandar al Departamento Legal porque se me vuelve otro abogado petrolero más y ese campo lo tenemos bien cubierto.  Yo me he dado cuenta, en las conversaciones con usted, que usted tiene una base de conocimientos que le permiten entender la parte operativa y técnica de la industria”.  Yo fui muy buen estudiante de geología, de ciencias naturales en general, geología, mineralogía, química mineral, química orgánica, física.  Después me dijo: “yo me he dado cuenta que usted tiene base de conocimientos que le permiten captar muy bien las parte técnica y operativa de la industria, yo quiero hacerle a usted un petrolero integral, no un abogado petrolero que usted lo va a ser de hecho, sino un petrolero integral, para que ocupe las más altas posiciones de la industria”.  Y así, pues, me hicieron también un plan de trabajo.  Yo fui a todos los campos petroleros.  Hasta mi oficina estaba al lado de la de él aquí en Caracas.

SB: ¿Qué eran las Relaciones Públicas entonces?

GZ: Ya tú vas a ver...

SB: ¿Eso era en 1949?

GZ: Entonces él me dijo: “no se preocupe si eso es un campo desconocido para usted como lo es para mí, porque lo vamos a mandar a las centrales nuevas del exterior donde ya eso está desarrollado”.

Yo entonces lo que hice fue que me planteé cuál era la situación que tenían las compañías petroleras concesionarias en Venezuela.  Primero, unas compañías de grandes inversiones; después, unas compañías que internacionalmente han sido vistas en muchos países con reserva por su dimensión, por su poder económico que incide sobre  las sociedades donde se desenvuelve.  Me doy cuenta de que había muchos cuestionamientos a la industria que se hacían por desconocimiento de ella.  Me doy cuenta de que la industria está muy aislada con respecto a las autoridades y a la sociedad venezolana.  Entonces instrumento todo un plan de  Relaciones Públicas, que, cuando vino de Londres el Jefe Mundial de esa actividad de la Compañía Shell, que era un ruso blanco, hijo del último embajador de los zares en Londres, un ruso, pero muy británico en su formación, me dijo: “¡caramba!  Mire José, lo que ha diseñado usted es un ejemplo para otras compañías del grupo.  Yo me llevo como un tesoro estas ideas suyas para Londres”.

Yo desarrollé una serie de programas.  Concretamente déjame señalarte algunas: primero modifiqué las listas de invitados de la Compañía, no las modifiqué quitando lo que había, sino agregando lo nuevo; yo les dije: miren aquí ha habido tres cambios de gobierno y ustedes están congelados en el pasado.  Tenemos que continuar siendo leales con los que apoyaron a la industria desde el primer momento, pero hay que agregar algo, de manera que entonces las listas cambiaron totalmente.  Yo me acuerdo que a mí me tocó organizar la  inauguración de la Refinería de Cardón el año 49, y llevamos 24 aviones solamente de Caracas.  Hubo que hacer consulta técnica sobre si el campo de aterrizaje de Las Piedras podía recibir Constellations, porque llevábamos dos Constellations.  Inclusive de Maracaibo fueron 5 aviones, de Coro 2, más la gente que fue por tierra.  Una semana duró la inauguración.  Porque Ponster me dijo: “como esto es una cosa nueva, usted no va a tener límites desde el punto de vista económico; lo que usted necesite”.

Por ejemplo una cosa que yo le dije fue: “quiero poner el nombre de la Shell hasta en el último rincón de Venezuela”.  La Shell tenía un calendario que era un paisajito ahí con una libretita con la fecha.  Yo hice un calendario de lujo, que tú lo podías leer desde lejos y sabías, por el formato, que era Shell, porque yo repetía el formato todos los años, cambiando el motivo.

SB: Posicionó el logotipo de Shell…

GZ: Sí, con motivos nacionales.  Bueno, esos calendarios fueron una belleza.  Yo llegué a tirar 400.000 calendarios, pero de lujo.  ¿Cómo hice para ponerlos en todo el territorio nacional?  Agarré la Ley de Distribución Territorial con todos los Municipios, y agarré la Ley del Presupuesto Nacional, porque en todo Municipio hay un Cura Párroco, un Telegrafista, un Presidente de la Junta; en cada Capital de Distrito hay un Consejo Municipal donde están representados todos Municipios; entonces yo ponía, sin el nombre: “Ciudadano Jefe Civil de Guardatinajas”, “Ciudadano Jefe de la Oficina Telegráfica…”

SB: Claro, imposible saber los nombres.

GZ: Eso era de tal manera que Guillermo Zuloaga, de la Creole, y  Billy Phelps, que eran muy amigos míos los dos, hicieron una expedición al Amazonas.  Ya ellos iban en la época en que yo estaba allá de Gobernador, pero siendo yo petrolero volvieron al Amazonas y cuando regresan de allá me llama Guillermo Zuloaga y me dice: “José cómo ha querido usted al Amazonas, hemos encontrado el calendario de la Shell a lo largo de todas las fronteras, en los pueblitos, en todo el Estado...”

SB: Había cumplido con su misión…

GZ: Le dije: “eso no es con el Amazonas, vaya al Táchira, vaya al Zulia, vaya a Falcón para que vea”.

La revista Tópicos Shell, fundada hacía unos 15 años allá en Maracaibo por un señor Guerrero, me la pasaron porque era una revista muerta, que no circulaba.   Llegaban los paquetes de la revista a las oficinas de los campos petroleros y se los llevaban sin abrirlos, los botaban, porque nadie las leía.  Esa era una revista que se hizo proverbial decir en Venezuela: “más fastidioso que Tópicos Shell...”   Entonces, buscándome motivos de trabajo, pasaron la revista de Maracaibo a mi oficina.  Me ayudaron mucho en la recuperación de la revista dos grandes compañeros de trabajo: un catalán llamado Santiago Riola, que era un hombre de mucha sensibilidad artística, de mucha cultura general, y un mexicano de Mérida, del Yucatán, dibujante artístico extraordinario, llamado Rubén Pérez Morales.  Hicimos la revista, la cambiamos inmediatamente de formato, de todo.  Despertamos interés por los artículos que publicamos en ella y, como todos los todos los meses quedaba un remanente en el tiraje, que sobraba —nosotros teníamos en esa época 18.000 empleados y trabajadores, quedaban siempre 800, 500 revistas sobrantes—, yo los empecé a repartir en el mundo externo y empezaron a venirme peticiones, hasta el extremo que entonces le dije yo al Presidente: “Mire, aquí hay cartas de todas partes pidiendo la revista”.  Entonces me autorizaron a tirar el doble: 36.000  ejemplares, y los adicionales se repartían en todo el mundo de habla hispana.  Por ejemplo, yo tengo ahí en mi archivo cartas de hospitales del Estado de Texas, donde recibían muchos pacientes mexicanos, a quienes les gustaba mucho leerla, me pedían la revista.

Se publicó hasta el año 52, cuando consideré que Tópicos Shell había cumplido un buen objetivo, pero que era necesario producir una gran revista institucional.  Entonces produjimos la revista Shell, en la cual yo hice el primer editorial aspirando a que fuese un segundo Cojo Ilustrado, y en cierta forma lo fue, dentro de las características de la época.  Aventajaba a El Cojo Ilustrado en el dibujo y en la presentación; estuvo menos tiempo que El Cojo Ilustrado sí, porque estuvo hasta el 62.  Pero tuve cuatro directores de lujo con la revista Shell.  El primero fue Muñoz Tébar, que se  fue porque lo llamaron al servicio exterior y se fue a Viena.  El segundo fue aquel intelectual de allá de Oriente, Julián Padrón.  Julián murió siendo director de la revista.  Entonces Pascual Venegas Filardo me recomendó a José Ramón Medina.  Cuando cayó Pérez Jiménez, José Ramón Medina me dijo: “estoy muy contento con el tratamiento que me han dado aquí en la Shell, ustedes son una gente extraordinaria; pero cuando hay esos cambios políticos, que se dice que el país va a progresar políticamente, que se va a transformar y tal, y a uno le piden colaboración da pena negarse.  A mí me han podido que sea Ministro de la Alta Corte”.   Entonces le dije: “no, José Ramón, entendemos perfectamente”.  Le dimos una despedida de lujo; era un gran amigo.  Entonces Arturo Uslar Pietri me recomendó a Guillermo Grau, quien que fue el último director.  En el año 62, cuando se recortaron gastos y costos, se dejó de publicar.  Cuando se recortan gastos y costos en una empresa de éstas, lo primero  que se reduce son aquellas actividades que no se reflejan en el balance en términos económicos.

SB: ¿Le tocó enfrentar alguna crisis de opinión durante su permanencia  en la industria petrolera?

GZ: No, ninguna.  Más bien —porque ahí estábamos desenvolviéndonos, por ejemplo, bajo el gobierno de Pérez Jiménez, que no era un gobierno complaciente con las compañías, sobre todo en el campo laboral— cuando había un impasse en el campo laboral nos decían: “¡No, cuidado con los trabajadores, que ese es un punto muy sensible!”  Y nos sugerían el arreglo amistoso y siempre lo hicimos.  Además teníamos un gran ministro de Minas e Hidrocarburos que era Edmundo Luongo Cabello.  Tuvimos tres grandes ministros que eran amigos míos fraternales, que fueron Manuel Egaña, que fue el último Ministro de Fomento que manejó Hidrocarburos; ahí crean el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, entonces nombran a Francisco Vera Izquierdo y después a Luongo Cabello, amigo fraternal y un gran ministro.  De tal manera que en esa época no tuvimos problemas.

SB: ¿Ni siquiera accidentes?  ¿Accidentes que se reflejaran ante la opinión pública?  Como el de la Creole, en los 60, con el puente sobre el Lago de Maracaibo.  ¿O algún otro que se hubiese podido reflejar en la Shell o la industria en general?

GZ: No recuerdo.  En este momento no tengo presente ningún accidente.

Hubo el otorgamiento de las Concesiones del año 56 bajo el gobierno de Pérez Jiménez, que fueron unas Concesiones, en la historia mundial de las Concesiones, las mejor pagadas en el mundo.  Y no solamente eso, sino que fueron concebidas de la manera siguiente: en primer término el gobierno hizo paquetes donde imponía juntas una área geológicamente poco atractiva con una geológicamente muy atractiva.  Decía: “tómelo o déjelo, el paquete es único”.  Entonces, ¿qué hacía con eso?  Hacer pagar a precio de lomito el hueso.  Por eso nosotros llamamos esas concesiones “jamón con hueso” o “carne con hueso”.  La otra cosa: concesiones en la frontera, en la zona fronteriza, para asegurar dos cosas: consolidar con los contratos de concesión con compañías internacionales los títulos fronterizos de Venezuela, y además de eso establecer presencia activa venezolana en la zona fronteriza; de ahí vienen esas concesiones donde hemos encontrado petróleo hasta allá en El Arauca.

SB:  Usted dijo antes, hace poco, que cuando una empresa va a recortar los gastos, lo hace primero en áreas como la comunicación corporativa, donde es poco tangible su beneficio de rentabilidad.  En este particular, ¿cómo hacerles entender a quienes manejan la parte de rentabilidad que ésta es una inversión esencial que sí trae beneficios?  Ya hoy en día, desde afuera, ¿cómo ve los beneficios?

GZ: Muy buena tu pregunta.  Mira, el funcionario de Relaciones Públicas tiene que tener una gran autoridad.  No es solamente un funcionario por allá, con unos beneficios; sino tiene que tener acceso a los altos niveles de la política de la empresa, a la Presidencia.

Bueno, el funcionario de Relaciones Públicas tiene que tener una gran autoridad, porque las Relaciones Públicas tienen que funcionar como un mecanismo de doble vía; o sea, no es solamente llevar lo bueno de una empresa que uno quiera que conozca el público para crear opinión pública favorable a la empresa, sino recoger del público las críticas y traerlas al seno de la empresa y tener la autoridad para hacer corregir aquellas cosas que provocan críticas justificadas.  Por eso digo que el funcionario de Relaciones Públicas tiene que tener una grandísima autoridad.

A nosotros nos tocaron dos períodos distintos.  Cuando yo entro, el año 49, ya estaba la Junta que presidía Carlos Delgado Chalbaud.  Luego viene el gobierno de Pérez Jiménez.  Ese es un período con una política determinada.  Luego viene otra vez al poder el grupo de Acción Democrática, con Juan Pablo Pérez Alfonzo como Ministro, en esa época de Minas e Hidrocarburos, ya no de Fomento, y Betancourt era el Presidente.  Entonces empieza a cambiar la política del gobierno, que por eso es que las compañías petroleras se habían dejado contagiar por el boom de la época perezjimenista, y entonces tenían planes fantásticos a desarrollar en Venezuela y grandes inversiones.

Pero cuando se va el general Pérez Jiménez y todo cambia, y más bien empieza una política —quizás exagero al llamarla así— de confrontación; pero, en todo caso, sí de ideas un poco diferentes.   A partir de ahí, la industria petrolera entra en cierta recesión.  Viene lo que se llamó la política, lo que llamó Juan Pablo Pérez Alfonzo “la política del pentágono petrolero”.  El pentágono petrolero constaba de los elementos siguientes: primero no habrá más concesiones petroleras; segundo participación directa del Estado a través de la CVP, instrumentación de esa política, fundación de la CVP y agregación a esa política de la Petroquímica que era del gobierno anterior; tercero, adquisición óptima o máxima del producto de la industria petrolera, lo cual significó política de fortalecimiento y mantenimiento de precios, creación de la Comisión Coordinadora donde estaba representado el Ministerio de Minas y el Ministerio de Hacienda, para considerar los precios en los cuales vendíamos nuestro petróleo.  En lo internacional, participación de Venezuela como país cofundador de la OPEP, el año de 1960, y dotación en las principales Embajadas de Venezuela, en los países productores o consumidores, de personal especializado en petróleo, desde simples agregados comerciales con atribuciones en materia petrolera, hasta Consejeros, Ministros Consejeros y Embajadores.  Y  quinto, una política que tuvo tradición desde el viejo Ministerio de  Fomento, una tradición honorable, como fue la política de fiscalización y conservación.  Eso significó valorización de  hidrocarburos, política de gas, petróleo, valorización del gas, conservación de yacimientos, etc.  Entonces aquello significó para las compañías una restricción; sobre todo las afectó mucho el anuncio de no más concesiones petroleras, porque estaba cerrado el futuro, y las principales concesiones iban a vencer el año 83.  Las compañías modificaron sus planes de  inversión, ya no habría inversiones considerables, porque no habría tiempo para recuperarlas económicamente hablando; como no habría más concesiones, se desmantelaron los departamentos de exploración, se dispersó el personal de exploración hacia otras áreas.

SB: Todo eso, ¿cómo lo comunicaban a la sociedad, al país, a quienes tenían interés en el tema?

GZ: No, ahí estaba dividida la opinión pública.  Había un sector de opinión pública muy importante al lado de cada posición de la industria.

Mira te voy a decir lo siguiente para que sepas en qué consistió la contracción de la industria.  Se modificó el plan de inversiones, reduciéndolas por supuesto; se desmantelaron los departamentos de exploración y los servicios de geología y geofísica que le sirven de apoyo, porque no había necesidad de obtener nueva información geológica si no habría concesiones; se eliminaron los planes de formación de personal, ya no habría personal para el futuro, no habría la necesidad…  Este, ¿qué más te diría?  En algunos casos se congeló el número de personal y en otros se disminuyó.  De eso, lo más grave fue que la política de no más concesiones dio lugar a que las compañías entonces invirtiesen nada más que en lo necesario para mantener el ritmo de operaciones y produjeron al máximo, para tomar la mayor cantidad posible de petróleo.  Por eso es que Venezuela, para el año 1970, estaba produciendo 3 millones 700 mil barriles diarios de petróleo liviano y petróleo mediano.  Esa fue la “política del pentágono”.

Después viene otra cosa que fue lo siguiente: la crisis petrolera del año 1970, que no fue realmente una crisis en el sentido de que la oferta fuese insuficiente para atender las demandas, sino que dejaron de estar disponibles en la Cuenca del Mediterráneo un millón de  barriles diarios.  ¿Por qué?  Por el cierre del Canal de Suez, por la ruptura del oleoducto transarábigo a nivel de Libia, que no se pudo reparar y por la baja de producción decretada por el mismo gobierno libio.  Ese es el momento en que se intensifica el tráfico marítimo de petróleo, en que se estimula al máximo la construcción de súper tanqueros, crecen los fletes marítimos del petróleo, crecen los precios del petróleo, y eso trajo como consecuencia mucha discusión entre los países productores y consumidores.

En Venezuela esa discusión se centró particularmente en el Congreso de la República, debido a la correlación de las fuerzas en el proceso electoral; o sea, el ejecutivo perdió la mayoría y entonces el Congreso tomó una gran autoridad en materias fundamentales, entre ellas el petróleo.  Entonces, con ese motivo, hay discusión petrolera en el Congreso y se aprueban cuatro leyes.  Cada uno de los cuatro partidos presentes en el Congreso apadrinó una ley de estas: la Ley de Impuesto Sobre la Renta, que puso más presión económica sobre la industria, y que eliminó el sistema de precios de referencia que se había acordado en el gobierno de Raúl Leoni y se adoptó lo que se llamaron valores de exportación, fijados por el Congreso.  Fue Acción Democrática la que respaldó esa Ley; URD la Ley de Reserva al Estado del Mercado Interno de los Hidrocarburos; el partido Copei la Ley de Nacionalización de Gas, y el MEP la llamada Ley de Reversión, o sea, ley para regir los bienes, los activos de las compañías que fuesen motivo de selección al reducirse las concesiones.

Cuando llega al poder Carlos Andrés Pérez, le quedaban dos opciones: renegociar con las compañías petroleras un alargamiento de las concesiones (eso era un imposible político), porque ninguna fuerza política lo habría respaldado, ni él mismo, tampoco, ni aún fuerzas no políticas, ya había un tema en el país distinto.  Entonces había dos opciones: nacionalizar o prolongar las concesiones, pero se decidió por la nacionalización, la cual concibió y estructuró en una forma tal que allá nacen los extremos siguientes: primero, que tuviesen mayor consenso nacional; segundo que el país no sufriese traumatismo ni interrupción en el proceso operador de la industria y en la generación del ingreso proveniente, y que no se maltratasen  ni el prestigio, ni la imagen ni el crédito internacionalmente.  De manera que la nacionalización tal como se hace en Venezuela, es un  modelo de nacionalización en el mundo, porque sí, es la mejor nacionalización que se ha hecho.

¿Por qué en Venezuela a nivel gubernamental hay ese pensamiento?, ¿por qué en Venezuela la nacionalización se hace en forma ordenada, pacífica, no le tiraron una pedrada a un musiú, no quemaron un pozo petrolero?  Por la política de relaciones públicas que desde el año 50 venía funcionando en la Creole y en la Shell, y se nos agregó luego la Mene Grande.

SB: Pero, ¿cómo llevarlo a lo tangible?, ¿por qué estamos tan seguros de que, gracias a esa imagen bien construida, se evitó todo lo demás?

GZ: Bueno, porque no hubo ninguna agresión a nivel gubernamental.

 

SB: Pero, ¿los jefes o los dueños de las empresas entendían que era gracias a esa buena imagen?

 

GZ: No, no entendían, pero habíamos sembrado en el público y en el gobierno nacional, primero que nada la importancia de la industria.  Hay por ejemplo...

 

SB:Entonces, ¿usted sí diría que para hacer imagen los mensajes que la fijen son los que van a darle el apuntalamiento a la empresa?

GZ: Pero es que te voy a decir otra cosa.  Antes de existir esa política había tres campos; la economía venezolana estaba dividida en tres campos: el campo oficial (o sea las empresas del Estado), la empresa privada (agrupada en Fedecámaras) y la empresa petrolera.  Eran tres campos distintos.  Yo fui uno de los fundadores de Fedecámaras en julio de 1944.  Tenía yo 29 años, era Director y Consultor Jurídico de la Asociación Minera Venezolana, porque yo fui minero antes que petrolero.

SB: ¿Cómo, luego, los sectores empresariales venezolanos se dieron cuenta de que las organizaciones de comunicación podía ser un importante apoyo interno para ellos?

GZ:  Óyeme lo que te voy a decir.  Ya te dije que había esos tres campos separados.  Una de las cosas más importantes es cuando Fedecámaras reconoce lo indispensable que es incorporar al sector económico privado de Venezuela a la industria petrolera.  Fíjate cómo ocurrió esto.  Fedecámaras venía funcionando desde 1949, celebraba su convención anual, y la industria petrolera no pertenecía a Fedecámaras.  Teníamos, sin embargo, representación; pero no como industria, sino como personas.  Algunos miembros de la industria eran miembros de la Cámara de Comercio en Maracaibo, en Caracas, o de la Cámara de Industriales, pero no lo eran por las compañías ni la industria petrolera como tal, sino como personas.

Fedecámaras siempre invitaba a la industria a sus convenciones anuales, y las empresas del sector asistían.  Nuestra participación en esas convenciones era ofrecer algún agasajo a los empresarios, un cóctel, una cena, obsequiarles los maletines impresos, y dar una conferencia o charla.

En el año 1959 se inaugura el Hotel Bella Vista en Margarita con la Convención de Fedecámaras en la isla.  Era presidente de Fedecámaras Alejandro Hernández, nativo de allá de la Isla; era Vicepresidente el Dr. Ángel Cervini, el padre de Reinaldo, que me quería a mí como a un hijo.  La industria me nombra para que yo sea el orador de orden ese año en la Convención de Fedecámaras y entonces escojo como tema una explicación racional y comprensible de cómo el cambio que se produjo en Venezuela con la industria petrolera, afectó —y por qué— a la actividad agropecuaria del país, y cómo aquella afectación no era permanente, sino todo lo contrario; porque desapareció una actividad agropecuaria manejada de acuerdo a los tiempos bíblicos para ser reemplazada por una actividad agropecuaria moderna generada con los mismos recursos que producía la industria.  La conferencia mía gustó muchísimo.  Terminó la Convención y, como al mes, Alejandro Hernández y el Dr. Ángel Cervini me invitan a almorzar en el Club de Comercio y me dijeron: “mira José, oyéndote a ti hablar allá en Margarita nosotros hemos llegado a la conclusión de que existimos como el organismo cúpula del sector empresarial privado y tomamos resoluciones y adoptamos medidas, y cosas de esas, pero nos falta el componente más importante de la economía nacional que es la industria petrolera.  Oyéndote a ti, allá, nos dimos cuenta de cómo conciben ustedes la cosas del país.  Nosotros hemos tenido una reunión de Directiva en la cual hemos acordado hablar con la industria para que ustedes se incorporen a Fedecámaras; pero, como tú comprendes, Fedecámaras —y como tú lo sabes, porque tú eres de los fundadores— es una asociación de Cámaras, por lo que no puede ser la Shell, ni la Creole, ni otra empresa; sino que tienen ustedes que constituir una Cámara para que se integren.  Ustedes tienen que constituir una Cámara de la Industria Petrolera.  Nosotros los asesoramos con mucho gusto y les damos puestos en la Directiva”.  Después de eso, voy a la Shell y expreso lo que lo que me dijeron y a la gente le encantó.  Vamos a decírselo a la Creole y a la Creole le encantó también, pero dijo: “dennos tiempo para consultar con la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos por la Ley Anti Thrust, no nos vaya a agarrar”.  Vino de allá la luz verde, y entonces se funda la Cámara de la Industria del Petróleo en septiembre de 1959.  Yo fui el primer presidente por dos períodos, consecutivos.  Después me quedé como Asesor.

SB: Ya que un relacionista público termina siendo también un canalizador de ideas…

GZ: Pero si es que ahí tienes tú un organismo de relaciones públicas, como es la Cámara Petrolera, constituida por las 18 empresas operadoras que operaban en el país, metidos dentro del sector empresarial.  Cada vez que había una convención de Fedecámaras nosotros estábamos dentro de ella, de igual a igual, de manera que eso es un mecanismo de alta relación.  Es como cuando yo hago fundar el servicio Shell del agricultor… 

 

 

Nacimiento de la Asociación de Relacionistas Públicos

Ahora te voy a decir cómo nació la Asociación de Relacionistas Públicos.  Para 1955 ya se habían dado cuenta en el sector oficial y en el sector privado de la importancia de esta actividad, porque estaban viendo la imagen nueva que estaba proyectando la industria petrolera y como estaba cambiando la opinión pública frente a la industria.  Entonces muchos organismos privados y oficiales crearon sus oficinas de relaciones públicas, no de las mismas dimensiones que las nuestras, pero por lo menos tenían un funcionario con buenas relaciones y una secretaria.

Ya para 1955 existían varias entidades con departamentos de relaciones públicas.  por eso surge la idea, que no fue mía sino de Nelson Luís Martínez, el Gerente de la Cadena Capriles.

SB: El Secretario General, mi gran amigo.

GZ: Sí, yo lo quise mucho.

SB: Mi gran amigo, mi aliado cuando estuve allá, quien siempre habló muy bien porque era el periodista más objetivo que yo he conocido en mi trayectoria.

GZ: Muy bueno.  Nelson Luís me llama y me dice: “José ya existen varios departamentos de relaciones públicas, por qué no tenemos una reunión los principales funcionarios del ramo y vemos la posibilidad de fundar una Asociación de Relacionistas”.   Le respondí: “¡Cómo no!”

Nelson Luís corrió la voz y nos reunimos en un restaurante muy bueno que había frente al Parque Carabobo llamado El Canterbury, y entonces ahí firmamos una carta de intención comprometiéndonos a hacer los esfuerzos y  dar los pasos consiguientes para fundar una Asociación de Relacionistas Públicos.

SB: ¿Quiénes fueron los primeros miembros?

GZ: Ya te voy a decir quiénes fueron: Nelson Luís Martínez que fue el de la idea, aunque ellos me pusieron a mí a firmar arriba.  Nelson Luís Martínez, de la Cadena Capriles; el almirante O. C Laird de la Orinoco Mining; Everett Bauman de la Creole; Robert (Bob) Ferber, de Hamilton Raid, Napoleón Arráez, Manuel Villanueva y José Giacopini de la Shell.  Ese fue el grupo de firmantes.  Nosotros todavía no la habíamos fundado, sino que firmamos una carta de intención.  Al año siguiente sí la registramos oficialmente y agregamos, con carácter de miembros fundadores, a unas dos docenas de relacionistas que se habían formado en otros departamentos, entre ellos un jesuita, el padre Gonzalo Palacios, que era el Jefe de Relaciones Públicas de la Universidad Católica.  Tengo las fotografías de todos ellos.

SB: ¿Sí?  ¿Nos las puede facilitar?

GZ: Sí, un día…

SB: ¿Si las consigue?

GZ: Porque una de las características mías es el desorden.  Mi biblioteca es tan desordenada que a veces me produce el placer de los redescubrimientos…  De repente levanto un puño de papeles y encuentro un material que está de actualidad y que lo puedo usar...

Te voy a decir otra cosa con respecto a las Relaciones Públicas venezolanas.  En general, a un país como Venezuela las disciplinas técnicas y científicas le llegan ya terminadas del exterior y tú lo único que tienes después es que adaptarlas y copiarlas.  Cuando nosotros arrancamos con las Relaciones Públicas, esa disciplina todavía no habían alcanzado el grado de madurez y elaboración en el plano internacional que alcanzaron después; de modo que nosotros crecimos junto con la materia y nosotros dimos contribuciones  importantes.

SB: Si usted tuviera que definir las Relaciones Públicas, ¿cuál sería el concepto?

 

GZ: Humanizar la persona corporativa dentro de la sociedad.

 

SB: Y cuando hablamos de persona corporativa ¿qué estamos diciendo?

 

GZ: Una persona jurídica que no tiene ni persona física, ni alma.

 

SB: Si no es Petróleos de Venezuela…

 

GZ: O la industria petrolera.

 

SB: Cuando yo le hablo de una agencia de comunicación corporativa, ¿a qué cree que me estoy refiriendo?

 

GZ: Bueno...

 

SB:¿Qué se interpreta?

 

GZ: Bueno, ya es una agencia que tiene su personal especializado; que tiene conocimiento de la materia y que ofrece sus servicios.  No es una empresa que, de su  propio seno, crea un departamento de relaciones públicas.

 

SB: ¿Puede convivir un departamento de relaciones internas de una empresa con una agencia externa que la apoya?

 

GZ: Puede convivir, como convivieron, por ejemplo, los departamentos de relaciones públicas de la Creole con la Publicidad Ars.

 

SB: Pero era una Publicidad.  ¿Hasta dónde se confundirías las funciones?

 

GZ: Lo que pasa es que ahí hay un poco de confusión.  La publicidad, tal como su nombre lo indica, es publicitar; o sea, dar a conocer una cosa.  Pero naturalmente una agencia como Ars, que nació como agencia de Publicidad, es muy apta para manejar también problemas de Relaciones Públicas.

 

SB: ¿Usted no cree que ya eso hoy en día debe estar definido y separado?  ¿Cómo podría una agencia de publicidad ayudar a un cliente?

 

GZ: Mira, la publicidad es más un instrumento que una filosofía.  Las relaciones públicas necesitan mucha creatividad.

 

SB: Pero filosófica…

 

GZ: Entonces tú te vales de una agencia de publicidad para muchos de tus apoyos, como nos valíamos también de las artes gráficas para producir nuestro material.

 

SB: Y cómo nos valemos hoy en día, de lo que se llama el mercadeo directo.

 

GZ: Nosotros tuvimos una Agencia que era Corpa.

 

SB: ¿Voz y Visión o Corpa?  ¿Nunca trabajaron con Voz y Visión?

 

GZ: Fíjate cómo es el enlace con Corpa.  Cuando yo produzco mi plan, mi programa de relaciones públicas, y viene de Londres la primera autoridad de la Shell en el área a vernos y encuentra aquello tan bueno, me dice: “José esto está magnífico.  El único consejo que te vamos a dar es el siguiente: para tú llevar a cabo estos planes tan ambiciosos, tienes que buscar el apoyo externo  de una empresa especializada.  Nosotros te vamos a mandar a Colman Prentis and Varley que es la empresa que le maneja estas cosas a la Royal Dutch en la Gran Bretaña y en muchos países del imperio británico.  ¿Qué te parece eso?”  Le dije: “Bueno, vamos a pensar en lo siguiente: yo no querría comenzar mi política de relaciones públicas usando el poder de la Shell para traer aquí a una empresa extranjera que venga a competir con las empresas nacionales.  Ya existía Ars; en segundo lugar, no estaría seguro de que ellos tuvieran el conocimiento suficiente como para esto.  “Bueno José, pero danos la oportunidad, por lo menos la duda.  Vamos a probar”, me dijo.  Bueno, vino la Colman Prentis and Varley.  Extraordinarios, pero  Colman Prentis and Varley fracasó.  Entonces en la Shell me dieron la razón, se pusieron furiosos y dijeron:  “vamos a botar a Coldman Prentis and Varley”.  Pero yo dije: “no, yo he descubierto que esa es una gente valiosa, pero que tenemos que saber emplearlos, vamos a hacer un plan con ellos, que sería el siguiente: primero asociarlos con una empresa venezolana y que lo que aparezca en la razón social sea la empresa venezolana, que no sea una empresa venezolana grande que se los vaya a tragar, y además vamos a utilizarlos para que ellos manden gente a entrenarse aquí y nosotros mandemos gente nuestra a entrenarse allá”.   Entonces me dicen: “José usted no tiene una empresa venezolana que tenga esas características”.  Les dije: “no, no conozco ninguna”.  Me dice entonces Ernesto Branch (era el año 1949)…

 

SB: O sea, esto de que venga la empresa inglesa...

GZ: Me insiste: “¿usted no tiene una empresa que llene las características que usted desea?”  Le dije: “francamente no”.  Ernesto Branch que fue un Director que trabajo conmigo unido íntimamente en ese campo de la opinión pública, era nacido en México de padres ingleses.  Él a los pocos días me dice: “¿usted conoce al Dr. Luís Beltrán González?”  Le dije: “lo conozco mucho porque él entró a estudiar en la Universidad precisamente el año en que yo salía y tuve oportunidad de verlo a él y saludarlo en los corredores, cómo no”.  Me dice: “¿qué opinión tiene usted de él”.  Le dije: “superficialmente lo conozco, me parece un hombre muy inteligente y muy simpático”.  Me dice: “él tiene una empresa, como usted dice pequeña, que puede, asociándose con una empresa grande, crecer de manera conjunta”.  Le dije: “bueno, vamos a almorzar con él.  ¿Cómo lo conoció?”.  Y me respondió: “porque una vez se me perdió una maleta en un vuelo de Taca y él era gerente de Taca y me impresionó mucho la forma ejecutiva como actuó y me encontró la maleta...

SB: Sería un detalle positivo.

GZ: Sí, me pareció un buen gerente.  Almorzamos juntos.  Luís Beltrán le había comprado Corpa a Mario García Arocha.  Almorzamos juntos y entonces decidimos tomar los servicios de Corpa, y asociarnos con Colman Prentis and Varley.   Entonces creció enormemente.  Corpa fue una empresa que tenía las mejores cuentas.

SB: Sí señor, tenía Petróleos de Venezuela, tenía Viasa, que era lo máximo...,  bancos…

GZ: Tenía los Völmer, tenía una cantidad de…

SB: Pero, ¿Luís Beltrán González era de Corpa?

GZ: El era el presidente de Corpa y dueño

SB: O sea que, en ese entonces, era una empresa pequeñita.

GZ: Sí, y Corpa era un póquer de Ases.  Allí estaba Oscar Machado Zuloaga, Nico Zuloaga, gente muy importante toda y de grandes relaciones.

SB: ¿Usted diría entonces que este trabajo de relaciones públicas, tanto dentro de una empresa como fuera de ella —pero que la apoya en sus funciones— es hoy en día muy importante o prescindible?

GZ: Es fundamental.

SB: La presidencia de la empresa, más todos sus asesores internos y externos, tienen que verlo como algo vital...  Yo tengo una preocupación porque veo que las empresas nacionales no le dan el justo valor; se lo dan las empresas internacionales que le han visto el fruto.  Pero las nacionales no, entonces ¿cómo decirle  a las nacionales: no se cierren a este nuevo recurso?

GZ: Bueno, no, hay empresas nacionales —como Polar, por ejemplo— que sí le ha dado importancia a estas cosas y tiene una imagen bastante...

SB: Sí, pero muy pocas, muy pocas.  Porque la empresa venezolana quiere verle un resultado inmediatamente. ¿Qué recomendación les podría dar?

GZ: Bueno, yo les diría que en este momento de cambio político en el país, van a surgir una serie de elementos nuevos en las relaciones de las empresas con la sociedad y en las relaciones de las empresas con el Estado.  No se olviden ustedes que la nueva situación política del país trata de apoyarse en las clases populares...

SB: Y en la confrontación.

GZ: Y en la confrontación…  De manera que hay una situación de confrontación a la cual tienen que responderle las empresas con una política de acercamiento, de explicación de su papel dentro de la sociedad, que es lo que pasó cuando nacieron las Relaciones Públicas.  Explicar la importancia para la sociedad y la utilidad para la sociedad el que exista ese tipo de actividad económica particular; hoy más que nunca, hoy más que nunca.

 

3. Testimonio vivo

(Presentación del CD)

 

Toda la interesante conversación sostenida por Silvia Bernardini, directora de Comstat Rowland, con José Antonio Giacopini Zárraga reproducida aquí, ha sido  también editada en un disco compacto (CD) como complemento de este libro, en virtud de su significación histórica y de su inestimable valor testimonial.

La voz afable y lúcida de Giacopini Zárraga, de esa manera, vuelve a escucharse y permanece —gracias a este esfuerzo editorial de Comstat Rowland en su vigésimo aniversario— en el tiempo, recordándonos a todos los venezolanos sus dotes de narrador en su propia historia.